Los encargados de impartir justicia cada vez que rueda la pelota festejan todos los 11 de octubre su día.
Fernando Bonilla nació el 26 de noviembre de 1972, oriundo de Santa Rosa actualmente radicado en Santa Lucía. De estado civil casado, licenciado en educación física aunque se desempeña hace 25 años en el Ministerio del Interior, sargento.
Supo vestir las camisetas de Fátima en baby fútbol, fue tricampeón con Santa Lucía en 1986/87/88, luego pasó a Wanderers, finalizando con la casaca de Ecuador. En 2004 a dirigir en los intercolegiales siendo en 2008 su año del debut en OFI.
Conocé más de Fernando Bonilla en entrevista con Canelones Azulgrana:
¿Cómo llegas al arbitraje?
«La iniciativa la tuvo un gran amigo, Daniel Damián. Él fue quien me arrastró a esto, me llevó a hacer el curso a Las Piedras, fue un proceso que me gustó, le di continuidad y desde ese entonces hasta el día de la fecha no he parado» comenzó diciendo uno de los mejores jueces de la Liga Departamental.
¿En qué pàrtido debutaste oficialmente y qué recuerdos te quedan?
«Fue Wanderers vs Liverpool en el Parque Marcelino Briano. Yo estuve como segundo asistente en sub 15 y sub 18. Cuando terminé mi tarea me ofrecí para estar de cuarto árbitro y Washington Olivera, quien era el juez central en mayores accedió a la propuesta, siendo ese el primer cotejo oficial para mi. Una linda anécdota»
¿Cuál fue el encuentro que más se te complicó para dirigir?
«Recuerdo dos partidos, Santa Lucía y Ecuador, el que perdía descendía. La «Academia» cayó por inferioridad numérica y eso trajo agresión por parte de la hinchada del club perdedor. Recuerdo que mis compañeros de terna Morales y Casullo sufrieron grandes daños, rompieron la ambulancia y nosotros tuvimos que ser retirados por el GEO»… Comenzó recordando Fernando.
«El otro fue Juanicó – San Francisco en el Monegal. El conjunto de las «Barreras» si caía bajaba de categoría y pité un penal en contra en la hora trayendo aparejado un tema de nerviosismo de la hinchada».
Dentro de un espectaculo deportivo la terna arbitral es quien se lleva los mayores insultos ¿Cómo se trabaja eso?
Sea cual sea la función somos repudiados y odiados. Siempre digo con una cuota de humor que a mi familia la conocen en todo el país porque me hacen acuerdo en sus mensajes irónicos. Debemos estar preparados psicológica y mentalmente. Ellos se desahogan en la cancha de sus problemas en la vida escudándose detrás de un tejido, alteran el nerviosismo y creen que pueden ayudar en el resultado a su equipo. Somos rehenes de escupitajos, agresiones físicas y convivimos con eso en la profesión».
Al igual que los deportistas el árbitro se equivoca, pudiendo ser esa jugada determinante en el partido ¿Cuando vos te equivocas y lo sabes, como seguís después?
«Es una muy buena pregunta que te la voy a responder con la enseñanza de todo un proceso porque me han enseñado que si te equivocas no puedes enmendar el error para igualarlo con el otro equipo porque ahí serían dos los errores. Nos equivocamos porque somos seres humanos, errores vamos a tener siempre y no vamos a complacer a todo el mundo. No hay un juez perfecto».
¿Cuál fue el error más grande que cometiste dentro de una cancha?
«En un clásico Darling – Libertad en 2013 creí amonestar a un jugador que luego expulsé. El futbolista me pregunta porque lo echaba sino estaba amonestado, yo le dije que sí y luego los asistentes me informaron que no, por lo que el jugador ingresó nuevamente porque la infracción cometida era de amarilla. Tuve que subsanar el error y ahí si lo amonesté. Igualmente luego fue expulsado. Recuerdo que la prensa habló una semana de mi»
¿Cuáles son los gratos recuerdos que tenés dentro de un campo de juego?
«Lo más lindo que viví también fue en 2013 porque debido a los puntajes que tenía y a la Liga Departamental porque arbitré todos los clásicos en Primera División: Santa Lucía-Wanderers, Darling-Libertad, San Francisco-Juanicó, Libertad-Liverpool, Juanicó-Progreso y también las finales al igual que en la Segunda Divisional. Tengo una vitrina de diplomas, medallas y eso me llena de emoción». Culminó diciendo Fernando Bonilla. 
Martín Abreu